Después de unos días de maremoto interno, llega un día de silencio. No apetece hablar, ni siquiera pensar.
Observo detalles, ensimismada en grata compañía, que me inspiran algo de paz y tranquilidad.
Solo tenía que esperar que llegara el instante oportuno y llegó. Las burbujas flotan alrededor del calor de una llama, mostrando una paradoja que toma sentido en mis ojos.
Los dos elementos más opuestos pueden compartir un mismo espacio sin molestarse.
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