En los mayores el juego suele ser manipulación salvo uno que aquí no puedo o no quiero mencionar, en los niños aprendizaje.
¿Póker o Triciclo? ¿Niño o Adulto?
...Nunca tuve un triciclo pero una cosa aprendi en mi niñez, solo se puede aprender a ir en bicicleta montando en ella, nunca en una pizarra.
...quizás empiezo a creer más en la senectud. (Los griegos realmente eran muy sabios).
y como decia Ana María Matutes::::
Había un niño que no sabía jugar. La madre le miraba desde la ventana ir y venir por los caminillos de tierra, con las manos quietas, como caídas a los dos lados del cuerpo. Al niño, los juguetes de colores chillones, la pelota, tan redonda, y los camiones, con sus ruedecillas, no le gustaban. Los miraba, los tocaba, y luego se iba al jardín, a la tierra sin techo, con sus manitas, pálidas y no muy limpias, pendientes junto al cuerpo como dos extrañas campanillas mudas. La madre miraba inquieta al niño, que iba y venía con una sombra entre los ojos. “Si al niño le gustara jugar yo no tendría frío mirándole ir y venir.” Pero el padre decía, con alegría: “No sabe jugar, no es un niño corriente. Es un niño que piensa”. Un día la madre se abrigó y siguió al niño, bajo la lluvia, escondiéndose entre los árboles. Cuando el niño llegó al borde del estanque, se agachó, buscó grillitos, gusanos, crías de rana y lombrices. Iba metiéndolos en una caja. Luego, se sentó en el suelo, y uno a uno los sacaba. Con sus uñitas sucias, casi negras, hacía un leve ruidito, ¡crac!, y les segaba la cabeza.
P.D.: ese rojo pasión del triciclo es extraordinario.
quién fuera niño para jugar.
ResponderEliminarEn los mayores el juego suele ser manipulación salvo uno que aquí no puedo o no quiero mencionar, en los niños aprendizaje.
¿Póker o Triciclo? ¿Niño o Adulto?
...Nunca tuve un triciclo pero una cosa aprendi en mi niñez, solo se puede aprender a ir en bicicleta montando en ella, nunca en una pizarra.
...quizás empiezo a creer más en la senectud. (Los griegos realmente eran muy sabios).
y como decia Ana María Matutes::::
Había un niño que no sabía jugar. La madre le miraba desde la ventana ir y venir por los caminillos de tierra, con las manos quietas, como caídas a los dos lados del cuerpo. Al niño, los juguetes de colores chillones, la pelota, tan redonda, y los camiones, con sus ruedecillas, no le gustaban. Los miraba, los tocaba, y luego se iba al jardín, a la tierra sin techo, con sus manitas, pálidas y no muy limpias, pendientes junto al cuerpo como dos extrañas campanillas mudas. La madre miraba inquieta al niño, que iba y venía con una sombra entre los ojos. “Si al niño le gustara jugar yo no tendría frío mirándole ir y venir.” Pero el padre decía, con alegría: “No sabe jugar, no es un niño corriente. Es un niño que piensa”. Un día la madre se abrigó y siguió al niño, bajo la lluvia, escondiéndose entre los árboles. Cuando el niño llegó al borde del estanque, se agachó, buscó grillitos, gusanos, crías de rana y lombrices. Iba metiéndolos en una caja. Luego, se sentó en el suelo, y uno a uno los sacaba. Con sus uñitas sucias, casi negras, hacía un leve ruidito, ¡crac!, y les segaba la cabeza.
P.D.: ese rojo pasión del triciclo es extraordinario.